En las obras presentadas para esta exposición, Ale de la Puente explora las nociones del tiempo poetizando las experiencias dadas por el espacio. En ellas, la relación entre espacio-tiempo y nuestra imagen del mundo es explorada a profundidad en diferentes medios y soportes. De esta manera, su práctica revela un meticuloso proceso ritual, en donde la investigación y el desarrollo de sus obras requieren de tiempo, del mismo modo en que se necesita tiempo para realizar un conjuro mágico.

Para “…el primer deseo” Ale de la Puente pensó en hacer magia en el cielo a través de la creación y producción de un cometa artificial, con la intención de que se pudiera concentrar la energía de la gente y hacerlos mirar, al mismo tiempo, hacia un mismo lugar. De esta manera, su hechizo rompió con la cotidianidad de quienes observaron el fenómeno.

Las piezas de la serie “Un segundo después” fueron creadas desde el deseo de manipular algo tan cotidiano como el tiempo. Las esferas de cristal —que evocan, a su vez, los procesos alquímicos de lxs magxs medievales— guardan al interior los materiales necesarios para crear una bomba y hacerla estallar en un segundo. Es así que el acto mágico de la bruja es contener ese instante para que aquello no suceda.

“…casi todo un tiempo” es a la vez un performance en donde no participa la artista, sino que el acto de magia, desde su preparación, lo realiza el espectador. Ale de la Puente obliga al público a sumergirse en el acto de prender una vela y observar la sombra y el reflejo en la pared hasta que se consume por completo. Lentamente, una montaña se convierte en un horizonte, en un amanecer y también un ocaso: un día entero. En un breve tiempo pasa todo un tiempo.

La historia ha sido la capacidad del hombre de contemplar el tiempo de distintos modos, para Kant, el tiempo y el espacio son categorías fundamentales de lo que de manera inherente está contenido en la razón. Por otra parte, Albert Einstein, bajo un paradigma científico, fusiona para siempre el tiempo al espacio, integrando así la referencia del sujeto que contempla con el objeto que es contemplado, lo cual resulta en una multiplicidad de objetos que dependen justamente de aquel que los observa. Esta referencia tiene una consonancia mágica que es el principio de correspondencia que dice que “como es arriba es abajo, y como es adentro es afuera”. El tiempo y el espacio, desde este punto de vista, no pueden tener un límite, porque son intensos: no tienen extensión. Ale de la Puente logra demostrar esto al generar distintas formas de construir una contemplación del fenómeno temporal y al transformar al espectador en una potencia creativa.

Por otra parte, uno de los principios sagrados dentro del ocultismo, es el de “generación, no creación”. Este principio es subversivo desde su raíz en el sentido en el que la mente es capaz de manipular la materialidad del universo para construir y desarrollar otros mundos dentro del mundo. Como ejemplo conceptual, podemos tomar los conjuntos de Cantor, que son principios de la matemática fractal, en los cuales se hace evidente la infinitud de contenidos numéricos existentes en los intervalos de dos números naturales: entre el 0 y el 1, entre el 2 y el 3, etc., existe una infinidad de secuencias numéricas con distintas intensidades. Esos infinitos muchas veces son paralelos y nunca se tocan. Con sus obras, Ale de la Puente nos evoca la existencia de esas intensidades en el mundo material, ya sea generando eventos astronómicos o replicando con la luz de una vela las distintas sombras proyectadas por el sol a lo largo de un día.

Instantáneamente, la artista nos deja ver los principios de correspondencia que hay entre lo más grande y lo más pequeño (siguiendo también el principio mágico de que “como es arriba es abajo”) y sin embargo, pese a esa correspondencia, la total autonomía de los diversos mundos o de los diversos niveles de expresión de la materialidad, tomando en cuenta que todos esos niveles fluyen dentro de la corriente espacio-temporal. Se puede decir que todo ocurre en un mismo momento y en un mismo lugar, pero a la vez está generando una infinita multiplicidad de lugares y tiempos que se despliegan de manera entrópica, reconfigurándose en razón de su propia naturaleza a un orden y a una secuencia que son susceptibles, o que pueden ser percibidos por la consciencia humana. A este poder perceptual de crear realidades es al que apela la artista para hacer ver al espectador que también es generador de intensidades que tienen la capacidad de transformar al mundo, ya sea para destruirlo o para recrearlo.

~ Ana Piquer